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ESTRATEGIAS PARA LA PREVENCIÓN DE LA DEPRESIÓN GERIÁTRICA
Belén RiveRa-CoRvalán1*, RiCaRdo CaRtes-velásquez2
1)
Fundación Kimntrum, Chile
2)
Universidad Andrés Bello Sede
Concepción
Recibido:
21-05-2020
Aprobado para su
publicación:16-09-2020
El objetivo general
de este trabajo es describir
los principales factores
y/o mecanismos preventivos de la depresión
ge- riátrica. Este fenómeno no sólo se constituye como una imposibilidad
de desarrollar un envejecimiento satisfactorio, sino también representa una
posible causa de mortalidad para la población adulta mayor. La revisión se organiza en dos grandes secciones de factores “Prevención psicosocial”, y “Prevención Física”. Dentro
de la primera se encuen- tran los programas de salud
comunitaria; el envejecimiento activo en el ámbito intelectual, el cual se
subdivide en participación en voluntariados y la pedagogía gerontológica; y el
modelo de ocio activo. En la segunda sección se
engloban otros dos factores, siendo estos los hábitos alimenticios; y el desarrollo de la actividad
física. En conclusión, el eje central de todos los
factores preventivos de la depresión geriátrica se enmarca dentro de la
adopción de un en- vejecimiento activo, entendiéndose este no sólo como la realización de nuevas o ya existentes actividades en la adul-
tez mayor,
sino que además
estas se adecúen
a las características, demandas, necesidades y contextos de cada sujeto.
Palabras clave: Depresión geriátrica, prevención, ocio.
STRATEGIES
FOR THE PREVENTION OF GERIATRIC DEPRESSION
Abstract
The general objective of this work
is to describe the main
factors and / or preventive mechanisms of the
geriatric depression. This phenomenon not only constitutes an inability to develop a satisfactory aging,
but also represents a possible cause
of mortality for the elderly population. The review is organized into
two major sections
of factors “Psychosocial prevention” and “Physical prevention”. Within the first one are the community
health programs; Active
aging in the intellectual sphere, which is subdivided into volunteer participation and gerontological pedagogy; and the active leisure
model. In the second section two other
factors are included, these being the eating habits;
and the development of physical activity. In conclusion, the central axis of all preventive factors
of the geriatric depression is part of the adoption
of active aging,
understood not only as the realization of new or existing activities in adulthood, but also these
are adapted to the characteristics, demands, needs and contexts of each subject.
Keywords: Geriatric depression, prevention, leisure.
Según el “World Population Prospects”, se
espera que para el año 2050 el número
de personas adultas mayores duplique la cifra existente en el año 2017. Esto
significará un aumento de 962 millones de personas a 2100 millones y para el
año 2100 será de aproximada- mente 3100 millones.1-3
Junto al incremento
tanto a nivel mundial como a nivel nacional, comienzan a
visibilizarse una suma de nuevos fenómenos ligados al
desarrollo íntegro de la adultez mayor, respondiendo estos a componentes físicos y psicosociales
propios de la edad.4 Una de las grandes problemáticas existentes en
esta población es la manifestación de la depresión geriátrica (DG), la cual en el
año 2010 se espera que sea la segunda causa de mayor morbilidad y mortalidad entre los adultos mayores.5 Aun cuando
la prevalencia de DG y sus síntomas
asocia- dos son altos, esta tiende a subvalorarse en los ámbitos de
prevención y tratamiento, facilitando finalmente el incremento de este fenómeno.6
Un adecuado proceso de prevención o tratamiento de la DG, consta en primera instancia en identificar los factores de riesgo asociados, entre ellos: pertenecer al sexo femenino;7 el bajo nivel educativo;8 la falta de apoyo social9; la percepción de soledad;10,11 elevada existencia de duelos, tanto físicos como psicosociales;12 síndrome de locomoción;13 dependencia, y por consecuente la falta de autonomía;14 el deterioro o declive cognitivo;15 discapacidad visual;16 trayectoria o antecedentes clínicos previos de depresión o síntomas depresivos;17 entre otros.
El objetivo de este trabajo es describir las principales estrategias de prevención de la DG, cubriendo la “Prevención psicosocial” y la “Prevención Física”.
Una primera estrategia corresponde a las intervenciones comunitarias.
Estas tienen como objetivo aumentar las interacciones o
participaciones sociales entre
adultos mayores, otorgando mayor acceso al apoyo social, sentido a la vida
actual, y mantenimiento de las funciones
cognitivas mediante el incremento de la plasticidad neuronal.18
Un claro ejemplo de lo anterior se observa en los resultados del estudio realizado por Hikichi et al.19en el cual se demostró que la participación de los sujetos se encuentra significativamente asociada a menores incidencias en el desarrollo de discapacidad funcional, siendo por lo tanto la participación comunitaria un elemento efectivo de prevención. Glei et al.20 establecieron que, dentro de las interacciones llevadas a cabo en la participación social, aquellas específicamente voluntarias, y que por ende que comprometan la proactividad de los sujetos, tienen mayor impacto en las funciones preventivas, en comparación a aquellas interacciones rutinarias llevadas a cabo en la cotidianeidad con familiares o cercanos. Con respecto a esto último, Chou & Chi21,22 refieren un mayor detalle al rol de apoyo social otorgado por el sistema familiar, especificando que aquellos adul- tos mayores que tienden a recibir mayor apoyo social de miembros que no viven con ellos, tienden a reportar menos síntomas depresivos, pero asumiendo de igual forma que el apoyo social de miembros de la familia que viven con ancianos no se asocia a un predictor significativo de síntomas depresivos.
Sumado a la función
de apoyo social, la conformación de los programas de salud con abordaje comunitario incluye intervenciones
específicas hacia y desde instituciones
de salud mental, en las cuales el principal incentivo es innovar en posibles
estrategias de prevención acorde a la propia complejidad y características del contexto en el cual se ve inmerso cada
sujeto. Si bien los abordajes de trabajo práctico son variados, la intervención
comunitaria tiene como eje principal el aspecto
relacional y participativo, observando por lo tanto a la propia comunidad como un sujeto activo
de transformación social, el cual posee herramientas necesarias para abordar las
problemáticas presentes en personas en situación
de vulnerabildad.23
Una segunda estrategia de prevención psicosocial,
es el desarrollo del envejecimiento activo
en el ámbito intelectual, esta puede llevarse a
cabo mediante dos principales áreas. Una de ellas es la participación voluntaria o voluntariado, la cual según
resultados del estudio descriptivo-comparativo de Ferrada & Zavala,24 otorga a los adultos
mayores un mayor grado de bienestar psicológico,
en comparación a aquellos adultos mayores no
voluntarios. El permanecer activo en la vejez mediante actividades de
voluntariado propicia ciertos beneficios individuales tales como el sentimiento
de utilidad, alta autoestima,
incremento de relaciones sociales, mejora en el estado de ánimo, mayor
satisfacción vital y menos síntomas
depresivos.25, 26
Existen variadas actividades de voluntariado, siendo algunas de estas enfocadas a la conservación y transmisión de la memoria colectiva; la preservación de lazos intergeneracionales extrafamiliares; aportaciones a las problemáticas sociales, políticas o económicas;25 o las participaciones voluntarias escolares descrita por Parisi et al.,27 en las que adultos mayores son entrenados como tutores y mentores de alumnos de diversas escuelas, en las áreas de literatura, matemática y habilidades de comportamiento social.
Por otra parte, la formación permanente es otra
actividad dentro del envejecimiento activo, en ella se encuentran los Programas Universitarios de Mayores, lo
cuales se plantean como instancias democráticas de conocimiento, en donde el sujeto puede descubrir nuevos ámbitos de interés, así como también
seguir desarrollando capacidades hasta el momento
olvidadas.28 Esto último se enmarca
dentro de una nueva subdisciplina dentro
de la pedagogía, capaz de entregar oportunidades
de aprendizaje a los adultos mayores, favoreciendo no sólo que estos sepan más,
sino también otras herramientas
acordes a sus demandas, deseos y necesidades. Este
nuevo campo de la educación se denomina de diversas formas, siendo alguno de ellos “andragogía”, “pedagogía gerontológica”, “gerantagogía”, “gerontopedagogía”, entre otros.29, 30
Una tercera
estrategia de prevención
psicosocial es el modelo de ocio activo en las personas mayores.31 En este se plantea
la utilización del tiempo libre mediante actividades de turismo, en el cual además los sujetos pue-
dan relacionarse satisfactoriamente en
el descubrimiento de otros escenarios. Todo lo anterior surge como una
forma preventiva específica hacia la
valoración negativa que existe frente a
la jubilación, proceso que al ser vivenciado como un duelo de los roles previamente establecidos se constituye como
un factor de riesgo para DG.33
En un estudio de carácter cuantitativo realizado por Cuenca & San Salvador,34 se pretendió contrastar la importancia concedida al ocio para un envejecimiento satisfactorio, concluyendo que, a mayor importancia concedida al ocio, mayor es el nivel de participación en actividades recreativas de ocio, repercutiendo finalmente en una mayor sensación de bienestar general entre los adultos mayores participantes.
Existen ciertos elementos
condicionantes para el óptimo desarrollo de actividades de
ocio, siendo el principal de ellos el
rol económico en la adecuación a las
actividades de ocio. Adultos mayores con mayor estabilidad económica son más propensos a realizar más actividades de ocio, así como también
a desarrollar estas
en espacios más adecuados. Además, suelen disponer de
una red familiar y social amplia, buenas condiciones de salud, y buen nivel
educativo.35 Ahora
bien, una de las características fundamentales del ocio es que no responde a
ninguna obligación o fin en particular, es voluntario, y al llevarse a cabo
causa gran satisfacción.36 Por lo tanto, la realización o desarrollo exitoso de prácticas de ocio
no necesariamente tendrían que verse sujetas al alcance socioeconómico de los
sujetos, sino más bien al contexto en el cual se ve inmerso.37
Ihle et al.38 establecieron que aquellos adultos mayores que en su edad media, de aproximadamente 45 años, adoptaron un estilo de vida con prácticas de ocio activo, tenían mejores funcionamientos cognitivos en la vejez. Por lo tanto, este factor preventivo debe pertenecer a una trayectoria que lo anteceda.
Existen dos caminos
interrelacionados entre sí, los hábitos alimenticios y el desarrollo de la actividad física. Los hábitos alimenticios se
enmarcan como una cuarta
estrategia preventiva. Aquí se recalca la importancia a la adherencia a la
dieta Mediterránea, la cual se basa en el consumo de aceite de oliva como
principal fuente de grasa, pescado
(Omega 3), frutas y verduras. En contraposición, dietas con alto consumo de
azúcar, carnes procesadas, granos refinados y productos lácteos
altos en grasa se asocian
significativamente con síntomas depresivos
en la adultez mayor.39-42
Dentro de los
hábitos positivos, se incluye además el consumo de suplementos
alimentarios o medicinas alternativas de carácter natural, las cuales pretenden complementar la utilización de
medicamentos en la adultez mayor o dietas
desbalanceadas. Algunos de los principales suplementos son StJohn´sWort (SJW)
o Hypericumperforatum, la cual es una flor silvestre; S-ade- norul-L-methionine (SAMe);
Ginkgo Biloba; Huperzia
Serrata, hierba china;
Vitamina B; aceite
de coco,43 y el consumo e ingesta de vitamina D, la cual
destaca mayoritariamente en su rol preventivo de le DG.44
La quinta estrategia preventiva es el desarrollo de la actividad física. Almagro et al.45 en su revisión sistemática indican que existe una relación inversa entre la práctica de actividad física y síntomas depresivos. Sumado a esto, la importancia no radica necesariamente en la intensidad de la práctica, sino en la frecuencia de la misma, siendo lo principal en el caso de la población adulta mayor la disminución del sedentarismo como es- tilo de vida. La práctica regular de ejercicios físicos disminuye el riesgo de desarrollar discapacidades físicas y cognitivas, además de soslayar la dependencia funcional que se genera a partir de estas.46 Además, García et al.47 establecieron que la actividad física incide en la felicidad de las personas adultas mayores, siendo aún mayor el nivel de felicidad en aquellos que en algún momento de sus ciclos vitales, es decir en el pasado, presente o de manera continua, hayan desarrollado activamente ejercicios físicos.
La pérdida de
fuerza, masa muscular y densidad ósea son factores presenten en el transcurso
de la vejez, por tal razón existen ejercicios y formas específicas de desarrollo que se adecúan a los cambios
físicos propios de la edad. A grandes rasgos, la actividad física en la adultez
mayor se debe enfocar hacia los ámbitos de resistencia,
flexibilidad, equilibrio y de protección cardiovascular,48 los cuales se visualizan en el mejoramiento de actividades
cotidianas tales como el pararse y levantarse, el desplazamiento expedito, y
potenciamiento del ritmo y
coordinación de la marca. Para lo
anterior existen además
recomendaciones generales, tales como contar
con espacios físicos seguros, implementos manipulables y conocidos,
evitar cambios bruscos de temperatura, y no
generar ejercicios extenuantes o que traigan consigo riesgo de caídas.49
Con respecto a esto
último, es importante recalcar que el desarrollo de la actividad física en la
vejez se encuentra estrechamente relacionado con el espacio en el que se
desarrolla, elemento que realzan los modelos ecológicos, quienes postulan que
la planificación urbana, la arquitectura y el transporte público en los cuales
se desenvuelve cada sujeto, influencia en los comportamientos de la actividad
física.50
El incremento poblacional de adultos mayores a nivel mundial, ha propiciado el surgimiento de fenómenos particulares a la vejez, siendo uno de los principales la DG3. Frente a esto, la identificación de los principales factores de riesgo asociado al desarrollo de la depresión en la vejez brinda la oportunidad de anteponerse mediante mecanismos preventivos claves.
Al observar detalladamente la descripción de la mayoría de los factores, es posible deducir la fuerte interrelación existente entre estos. Por una parte, parece pertinente establecer que existen dos características u objetivos comunes a la hora de su intervención. Uno de ellos es el concepto de resiliencia, el cual enfatiza las fortalezas personales de los adultos mayores, en vez de las deficiencias o enfermedades que estos presenten en el transcurso de su vejez. Esto se relaciona con una aproximación positiva del envejecer, del encuentro armonioso del sentido y pro- pósito de la vida.51 En sí la adopción de la resiliencia en las etapas tardías ha modificado las perspectivas anterior- mente existentes, las cuales retrataban el envejecimiento como una fase de declive y vulnerabilidad.52
El ejemplo más
claro de lo anteriormente descrito son las funciones que se desprenden
mayoritariamente del factor preventivo del envejecimiento activo en su ámbito
intelectual. La participación en voluntariados, así como el desarrollo continuo
de las capacidades de aprendizaje, propician esta nueva perspectiva de observar a la vejez como una instancia de
valoración positiva del tiempo libre, otorgando finalmente un sentido y
propósito de vida en los participantes.24
Una segunda característica común a considerar en el desarrollo de las formas preventivas,
es la contextualización de estas acorde a las necesidades particulares de cada sujeto. Pues programas
preventivos generales que no se adecúan
a las demandas de las personas no ofrecen
un impacto notorio en la prevención de la DG.53 En ese sentido, los programas de salud comunitaria, centrados en la
comunidad propiamente tal, plantean tres maneras distintas de intervención. Una de ellas es potenciar los factores protectores ya existentes en los colectivos de personas, activando la participación de
estos. Una segunda es capacitar a
los sujetos como agentes intermediarios entre instituciones formales y la
propia comunidad, pudiendo de esta
forma generar redes de comunicación y contención. Y la tercera es ver a la
comunidad como un espacio en la cual se desarrollan reflexiones, discursos y
actitudes sociales específicas ante los fenómenos sociales.54-56 Estas tres formas de intervención deben estar en constante relación con
las necesidades y demandas de la propia
comunidad, así como también en diálogo directo con los propios intereses y
condiciones de los sujetos que conforman el contexto de relación comunitaria. De esta
forma, al generar
intervenciones contextualizadas se incrementa
la identificación de los sujetos participantes como importantes en la
conformación de sus relaciones voluntarias, aumentando finalmente su autoestima
y rol activo en la participación ejercida.55 Sumado a esto, las redes de
contención comunitaria se presentan como una vía hacia una sociedad más
inclusiva, en la cual los adultos mayores en posible situación de
vulnerabilidad puedan ser asistidas desde la propia comunidad.56
Ahora bien, para la conformación propiamente tal de programas de salud comunitaria existen a su vez 3 vías o requisitos principales, siendo el primero de estos la generación de espacios de encuentro comunitario, en los cuales se intercambien las inquietudes compartidas acerca del proceso de salud-enfermedad. Segundo, que la información que se genere en los procesos de interacción sea de circulación clara y accesible para la comunidad. Y tercero, que quienes participen activamente tengan la posibilidad de incidir en las decisiones llevadas a cabo. Con todo lo anterior se pretende que la prevención de salud mental no sólo se encuentre centralizada en instituciones especializadas, sino que se genere un proceso de amplificación de redes participativas.56 Por todo lo anterior, la participación comunitaria, tanto en población general como específicamente adulta mayor, resulta favorable frente a posibles fracasos de programas diseñados que no consideran las necesidades de la comunidad.
Mediante la
participación de los sujetos se propi- cian
las condiciones ideales para la obtención de una
mejor calidad de vida, convirtiéndose finalmente en su- jetos políticos dentro de su propio
contexto.56 Las
personas involucradas incorporan elementos subjetivos li- gados a los sentimientos de integración y a la percepción de poder acudir a ayudar en caso de ser necesario; siendo por lo tanto la utilidad, la funcionalidad y la valoración que le otorgan los adultos
mayores a la participación comunitaria los principales elementos protectores.58
La adecuación a las
necesidades de cada sujeto podría representar un desafío para profesionales y personas
interesadas en el trabajo con población adulta mayor, los cuales
deben tener en consideración que las propias herramientas
que poseen deben adaptarse constantemente a las demandas y necesidades de los
sujetos en cuestión. Un ejemplo práctico de este desafío sería
la adecuación de factores tales como la dieta que cada adulto mayor
posee, la adopción de una vida no sedentaria y la realización de una amplia
gama de actividades de ocio, las
cuales podrían depender en gran medida del acceso y uso tanto de recursos materiales y/o
económicos que cada sujeto posee,
como también de las capacidades físicas y funcionales
que estos posean en su vejez.59
En la información encontrada es posible evidenciar que aún en la actualidad existen ciertos vacíos en torno a las condiciones necesarias para la realización correcta de los factores preventivos, pudiendo ser este escenario una oportunidad de futuras líneas de trabajo o investigación. Por ejemplo, no es claro si es un mayor grado de interacción social lo que propicia un mejor desarrollo funcional (físico y cognitivo) en la adultez mayor, o viceversa si son estas funciones las que permitirían una mayor o menor participación en los programas comunitarios. Ahora bien, acorde a las características inclusivas de las intervenciones comunitarias, no debiesen existir limitantes o requisitos de participación, propiciando por lo tanto la posibilidad de activismo aún en sujetos con dificultades funcionales.
Se establecieron cinco formas de prevención clave, agrupadas en psicosociales y físicas. En el primer grupo se encuentran los programas de salud comunitaria, el envejecimiento activo en el ámbito intelectual (participación en voluntariados y la pedagogía gerontológica) y el modelo de ocio activo. En el segundo grupo se incluyen hábitos alimenticios y el desarrollo de la actividad física. En términos generales, el eje central de todos los factores preventivos se enmarca dentro de la adopción de un envejecimiento activo, entendiéndose este no solo como la realización de ya existentes o nuevas actividades en la adultez mayor, sino, además, que éstas se adecúen a las características y contexto en el cual se ve inmerso cada sujeto.
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